Donde la navidad se envuelve en hojas de plátano

Cuando un extranjero prueba una hallaca por primera vez, queda maravillado por la explosión de sabores que ofrece. Sin embargo, muchos desconocen que no solo están degustando un exquisito plato típico, sino que también están saboreando un símbolo profundo de la identidad venezolana.

La hallaca, a veces confundida por las mentalidades simplistas con un tamal, es una obra maestra culinaria que representa la historia y la mezcla cultural de Venezuela. Su elaboración es minuciosa y su producción requiere un equipo humano que suele ocupar la familia entera, casi siempre capitaneado por una abuela experta o por una meticulosa gerencia matriarcal.

Es hallaca, no es tamal

El escritor e historiador venezolano Francisco Herrera Luque llegó a comentar que comparar la robusta hallaca con el tamal es como comparar una llama con un camello. Con una frase más actual, escuché a mi sobrino decir con toda naturalidad que la hallaca es un tamal “nivel pro”.

A estas alturas, ya es un lugar común describir como se fusionan los sabores aportados por el maíz de los indigenas, aborígenes de una América recién colonizada por españoles comedores de aceitunas, alcaparras y pasas; y como estos ingredientes terminarían en un guiso envuelto en hojas de plátano, aporte africano al naciente platillo.

La Hallaca nunca es aburrida: se come casi a diario durante toda la temporada navideña en Venezuela

Precisamente, Adolf Ernst sostuvo, a finales del siglo XIX, que la palabra “hallaca” proviene de la lengua Guaraní: “Ayúa” que significa mezclar. Mientras que otro estudioso del tema, Ángel Rosenblat, afirma que ya en tiempos coloniales se usaba la palabra “hayaca” para referirse a “paquetes o envoltorios”. De cualquier manera, ambas propuestas son pertinentes para referirse a esta mezcla de sabores envuelta como si de un regalo se tratara.

Arturo Uslar Pietri, destacado escritor venezolano, describió la hallaca como “un compendio ejemplar del proceso de mestizaje. En ella están: la pasa y la aceituna de romanos y griegos, la alcaparra y la almendra de los árabes, la carne del ganado de los capitanes pobladores de Castilla, el maíz y la hoja del bananero de los indios”

Es el resumen de la historia de Venezuela en un plato.

El símbolo más destacado de la identidad venezolana

El reconocido periodista gastronómico Miro Popic ha señalado que la hallaca es el plato nacional por excelencia, en su libro “El pastel que somos”, el investigador arroja una sentencia resonante: “¿Desde cuándo somos venezolanos”? Y se responde: “Desde que comemos hallacas”. Es decir, que nuestra identidad se nutre más de hallacas que de historia patria.

Y tal vez no sea tan descabellado si se piensa que no hay mesa navideña venezolana, dentro o fuera del país, donde la hallaca no tenga un papel privilegiado en el menú.

A la conquista del mundo

La diáspora venezolana ha llevado este plato emblemático a los rincones más inesperados del mundo. Hoy en día, es posible encontrar hallacas en ciudades como Madrid, Miami, Londres y Santiago de Chile, donde los sabores de Venezuela siguen conquistando paladares y corazones.

Así, cada bocado de hallaca lleva consigo historias, tradiciones y emociones que siguen cruzando fronteras, llevando el sabor de Venezuela a cada rincón del planeta. En Colombia, por ejemplo, aunque ya es bien reconocida por los hermanos colombianos, la hallaca busca popularizarse con actividades de organizaciones sociales como la Fundación Entre Dos Tierras y la Fundación Venezolanos en Barranquilla, quienes realizaron recientemente el 2do Gran Hallacazo en la ciudad de Bucaramanga donde elaboraron más de 400 hallacas a la vista del público, bajo la dirección de la chef venezolana Alba Pereira y el equipo de apoyo de Juan Carlos Viloria en el marco del Festival de Economía en Movimiento 2024.

Las Fundaciones Entre Dos Tierras y Venezolanos en Barranquilla aunaron esfuerzos en el 2do Gran Hallacazo de Bucaramanga.

Es así como la “multisápida”, como solía llamarla el expresidente y padre de la democracia Rómulo Betancourt, se convierte en un puente cultural, en un símbolo de resistencia y en un recordatorio de hogar para millones de venezolanos en el extranjero. Su capacidad para adaptarse y expandirse sin perder su esencia la convierte en una verdadera embajadora de la identidad venezolana en el mundo.

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