Recordando a Villanueva

Sus amigos, estudiantes y colegas lo llamaban cariñosamente “el Maestro Villanueva”, no solo por su condición humana o de docente sino como reconocimiento al valor e importancia de su obra arquitectónica.

Por Douglas Zabala

Hoy toca hablar de Carlos Raúl Villanueva, el gran creador de esa obra maravillosa llamada Universidad Central de Venezuela. Debo resaltar que la primera vez que tuve oportunidad de rondar sus pasillos y su majestuosa Aula Magna fue en el año 1969 cuando llegué a lo que es hoy su Facultad de Ciencias, pero que en ese tiempo estaba llena de estudiantes -como yo- de la Escuela Técnica Luis Caballero Mejías.

Villanueva fue un caraqueño nacido el 30 de mayo de 1900. Carlos Raúl, habiendo nacido con el siglo XX sigue siendo un pilar fundamental en la historia de la arquitectura venezolana. Su formación en París y sus obras emblemáticas, como la Ciudad Universitaria de Caracas, destacan su visión innovadora y su compromiso con el mundo de la arquitectura.

Plaza de toros La Maestranza César Girón, inaugurada en 1933 en Maracay. Una de las obras emblemáticas de Carlos Raúl Villanueva.

Villanueva no solo dejó un legado arquitectónico, sino también un mensaje claro: «La arquitectura es el arte de construir el espacio».

Carlos Raúl Villanueva fue un visionario que entendió que la arquitectura trasciende lo físico y se convierte en un medio para mejorar la calidad de vida de las personas y fortalecer la identidad cultural. Obras como la Unidad Residencial El Paraíso y la Urbanización 23 de Enero, son ejemplos tangibles de cómo se puede integrar funcionalidad y estética en el espacio urbano y social.

Auditorio del Aula Magna de la UCV, una de las salas más famosas del mundo.

Desde finales de los años 20 y hasta principio de los 80, el maestro Villanueva diseñó la figura de una Venezuela que conquistó el siglo XX con obras como la Plaza de Toros La Maestranza, en Maracay; el Museo de Bellas Artes de Caracas y el Museo Jesús Soto de Ciudad Bolivar, la urbanización El Silencio y muchas otras donde aún sobrevive la firma de su genio.

En una Venezuela que hoy enfrenta la tragedia de ver obras paralizadas como el Ferrocarril Puerto Cabello – Caracas o el Puente Nigales en el Zulia y un estancamiento peligroso en todo el desarrollo urbano y social; es vital que las nuevas generaciones, no solo de arquitectos, sino de profesionales en diversas disciplinas, reconozcan la importancia de su obra.

Es esencial que los jóvenes profesionales se inspiren en figuras como Villanueva para reimaginar el futuro del país. La resiliencia y creatividad que él demostró son cualidades necesarias para enfrentar los desafíos actuales. En este sentido, recordar su legado debe ser una brújula para aquellos que buscan contribuir a un renacer arquitectónico y cultural del país.

La obra de Villanueva nos invita a soñar con una Venezuela donde la construcción del espacio siga siendo un acto de amor hacia nuestra nación y su gente.

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