El Torneo Apertura 2025 de la Liga de Baloncesto Profesional de Colombia (LBP) culminó con un claro mensaje: el baloncesto colombiano atraviesa un momento de transformación profunda, donde la integración regional y el aprovechamiento del talento migrante están reconfigurando el panorama del deporte nacional.
La victoria de Paisas de Medellín, que se alzó con el campeonato tras una campaña impecable, representa mucho más que una hazaña deportiva. En la cancha se cristalizó una apuesta institucional por un modelo que combina gestión local, visión internacional y una apertura real a nuevos actores del juego.
Un torneo que rompió moldes
Desde el inicio de temporada, la LBP mostró signos de consolidación: coliseos llenos, cobertura mediática nacional y franquicias emergentes disputando el protagonismo. La llegada de Caimanes de Villavicencio a la final, en su temporada debut, confirmó el carácter abierto y competitivo del campeonato.
Para John Mario Tejada, presidente de la Liga, este semestre ha sido “una de las mejores ligas en la historia del baloncesto profesional colombiano”. En declaraciones ofrecidas a Alianza Noticias durante la ceremonia de premiación, Tejada destacó que el crecimiento no ha sido sólo técnico, sino estructural y territorial: “Hay 14 regiones pidiendo tener baloncesto profesional. Eso nos dice que el deporte está vivo, que hay hambre de baloncesto en todo el país”.

El sistema de dos torneos anuales (apertura y clausura) ha permitido mayor dinamismo competitivo, renovación de plantillas y una conexión sostenida con la audiencia. De hecho, ya se proyecta la incorporación de nuevas franquicias para el segundo semestre, con miras a una liga más amplia y representativa.
Venezuela como espejo, no como sombra
Uno de los aspectos más notables del actual proceso ha sido el reconocimiento institucional del modelo venezolano como fuente de aprendizajes. “El baloncesto colombiano está resurgiendo, y Venezuela ha sido un gran espejo”, afirmó Tejada sin ambigüedades. El referente es claro: Venezuela ha logrado construir, a lo largo de las décadas, una cultura sólida alrededor de este deporte, y Colombia ha sabido mirar con inteligencia hacia ese ejemplo, no para replicarlo, sino para adaptarlo a su contexto.

La figura de Daniel Seoane, técnico campeón y exseleccionador nacional venezolano, es apenas una muestra de cómo el conocimiento migrante puede enriquecer procesos locales. Más que una transferencia táctica, ha sido una transferencia de cultura profesional, de disciplina y de visión de largo plazo.
La presencia del entrenador venezolano al frente del conjunto paisa, fue decisiva. Sin protagonismos innecesarios, su aporte metodológico y su capacidad para cohesionar equipos jóvenes se convirtió en una pieza clave para explicar el título antioqueño.
Horses 12, la academia del baloncesto en Medellín
Otra referencia de integración deportiva digna de mencionar es la del exjugador profesional Juan Carlos Rodríguez, quien tuvo una destacada trayectoria en Venezuela con equipos como Panteras de Miranda, Toros de Aragua y Gaiteros del Zulia, y desde su llegada a Medellín viene dirigiendo la academia Horses12, una escuela de baloncesto que se ha convertido en semillero de talento en Antioquia.
Bajo el liderazgo de Rodríguez, Horses12 no solo ha participado con éxito en torneos departamentales y nacionales, sino que ha logrado posicionarse como un puente real entre ambas culturas deportivas.
Jóvenes de origen colombiano y venezolano entrenan, compiten y crecen juntos, evidenciando cómo el deporte puede convertirse en un poderoso agente de cohesión social y construcción de comunidad binacional
Más allá de las fronteras
Lo que deja el Torneo Apertura 2025 de la LBP no es solo un campeón, sino una lección: el baloncesto colombiano ha dejado atrás viejos paradigmas y se está posicionando como un espacio abierto a la innovación, al mérito y a la diversidad. La integración colombo-venezolana no ha sido retórica, ha sido práctica.

Y esa es la verdadera victoria: cuando el deporte deja de ser territorio de origen y se convierte en territorio compartido.
Con la segunda edición del año, prevista para septiembre, la expectativa crece. Lo que parecía una excepción se está volviendo norma: una liga viva, plural y en constante ascenso, donde el talento —venga de donde venga— encuentra una cancha para brillar.

