El Vendedor de prensa

La Otra Mirada

El «Vendedor de Prensa» de la escultora Olga Inés Arango, luce tan real que parece como si saltara de mi memoria fotográfica con el eco de sus pregones hacia una figura inmortalizada, con ese dramatismo que da el bronce.

Como si fuera poco, la primera página del diario que vende a todo pulmón y que exhibe en su brazo izquierdo lleva como «titulares» impresos, algunos fragmentos del poema «Camino de la Patria» del antioqueño Carlos Castro Saavedra, «el poeta de la paz».

«Cuando se pueda andar por las aldeas y los pueblos sin ángel de la guarda / Cuando sean más claros los caminos y brillen más las vidas que las armas.», se lee en algunas líneas como titulares tan dolorosamente vigentes, anhelantes de una paz que sigue sin llegar.

Como esperando que la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición estén dentro de los párrafos sumarios cuando la noticia sea paz. La anhelante paz en una nación que por décadas sigue desangrándose en sus zonas veredales, en lo escondido y escarpado de sus montañas, en la espesura de sus selvas y ríos, en su vasto territorio.

Pero como también cada quien saca de su memoria lo que el corazón bien sabe guardar, me recordé de 9 años vestida de «vendedora de prensa» para bailar junto a mis compañeros de salón una de las danzas zulianas más pintorescas de otro poeta: Rafael Rincón González y que tararearía por siempre con la mirada húmeda de nostalgia. «¡Panorama, Panorama, con las últimas de hoy: un hombre que se ha guindao’ desengañao’ de amor!», salía cantando yo con un jean viejo, camiseta a rayas y unos bigotes pintados, luego de los pregones del «vendedor de frutas»… La niñez siempre viene a mi a recordarme cosas de las que estoy hecha.

«Vendedor de Prensa». Escultura de bronce a la cera perdida de la artista Olga Inés Arango. Medellín 2002

Aunque parezcan asuntos inconexos, los trazos de la memoria también se van volviendo a armar con las escenas más representativas de los lugares que recorremos y que hacemos nuestros, porque a final de cuentas no somos de donde nacemos, también somos de donde nos hicimos y a donde volvimos a seguir contándonos.

Pd: cuando pasen por La Alpujarra en Medellín, vayan hasta el fondo de la plaza y les encantará leer el poema en voz alta.

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