La Otra Mirada
Dicen que de tanto ver algo, termina por hacerse común y de allí tiende a perder su relevancia
Algo que los estudiosos de la Universidad de Nueva York han dado a llamar: «neuronas inhibitorias» que sería un proceso por el cual el cerebro humano simplifica la información conocida y solo reacciona con curiosidad a los nuevos descubrimientos que percibe.
Esto, aunque natural, es un proceso desfavorable para una ciudad como Medellín, donde el arte, la tecnología y la propia naturaleza tienen tesoros a cielo abierto que muchas veces, parecen mimetizarse con el entorno por culpa de los habitos rutinarios de la población.
No ocurre así con quienes, por visita o por vocación de permanencia hemos elegido la capital de Antioquia con su proyección histórica y su resiliencia.
Es una mirada hambrienta que se alimenta con cosas que, aunque siempre han estado allí, nos resultan novedosas, llamativas, relevantes.
Una de esas miradas ocurre en la estación San Antonio del Metro de Medellín, donde una obra de grandes dimensiones que representa a una virgen con su niño en brazos, parece bendecir a los miles de desprevenidos usuarios que pasan frente a ella a diario.

El lienzo en cuestión es una impresionante réplica de la llamada «Nuestra Señora de Colombia» obra de 1967 del indispensable maestro Fernando Botero cuyo original se exhibe cerca de allí, en el Museo de Antioquia.
Esta réplica, lograda por las sabias pinceladas de Libardo Ruíz, requirió dos meses de investigación técnica y se llevó el aplauso hasta del propio Botero.
Miradas desde otra partes
Quienes hemos optado por Medellín como destino y hogar en la reconstrucción de nuestros proyectos de vida, vivimos permanentemente maravillados por los descubrimientos cotidianos en el palpitante pulso urbano de la ciudad de la eterna primavera.
El arte, grande, cercano y trascendente; envuelve a esta Medallo como una realidad que, aunque algunos dan por sentada, siempre merece otra mirada.
